XV

Una noche me pediste un cuento, ahora lo empiezo tarde

I



Entonces una pequeña lluvia, localizada y corta regó la calle....

Solía regar las macetas, -algunos geranios pequeños que querían asomarse de corolas rojas por el balcón de forja negro y un rosal enano con vértigo-, una o dos veces por semana, empapándolas hasta el borde de tal manera que acababan haciendo un rió en el terrazo y descolgando una cuerda de agua
:
:
:
:
que estampaba la calle o la camiseta roja de algún transeúnte que , como yo ese día, miraba hacia arriba intentando localizar el origen de una nube tan curiosa.

La casa de "ella" (nunca creyó oportuno decirme su nombre) lloraba así los lunes y los viernes si era preciso, sobre las cinco de la tarde de un metro temprano, o a las seis si los andenes retrasaban su propósito.

De todas sus otras rutinas que simulaban cotidianidad me di cuenta mas tarde, mucho mas tarde que aquella vez que la vi asomarse al balcón para pedirme disculpas por el baño moderado y algo terroso que dejó su huella, un tiempo mas tarde de no volver a verla y un año antes de que algún pelo blanco en mi cabeza empezara, perdida la timidez, a no ocultarse a la vista de la gente.



Entonces una pequeña lluvia, localizada y corta regó la calle veinte centímetros por delante de mis zapatos, pero varias gotas alejándose horizontales del propósito de la gravedad vinieron a salpicarme la roja camiseta, Si, saliendo disparadas de la vertical trazada, aunque eso no sería lo mas extraño, ni de aquel balcón, ni de aquella, calle , ni del viejo que me observaba desde el banco fumando un torcido cigarrillo cuyo humo tampoco ascendía en vertical, negándose a aceptar las mas elementales leyes físicas.


( si quieres seguir recibiéndolo solo tienes que escribir si o no, tu silencio ,como el administrativo, presupone un si .)
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



II

Ese día llegué temprano, cansada de teclados y cristales que, dando a la calle, hacían publico mi sueño , y a la mirada de algún otro, mis piernas. Las flores....las flores se las compré, al salir, a una vieja, al final de la calle Jorge Juan, de las que no cierran su puesto ni su empeño vestido de esquina y negro a las tres, tres treinta. Un antojo de seis euros, tres monedas, dos geranios y un rosal que coloqué en aquel balcón de cuatro y media. Con la misma sed de mis plantas llené un jarro, proporcionándome un vaso de agua para mi y el resto para ellas. Siempre pensé, equivocadamente -cómo pude comprobar después de sucesivos experimentos-, que la causa de aquel primer desborde, aparte de la gran cantidad de agua que acumulaba el jarro, fue mi distracción al ver a aquel hombre ya mayor , de apariencia algo conocida escondida bajo arrugas, fumar un cigarro cuyo hilo humeante terminaba posándose en el suelo mientras una hoja de un otoño anticipado emprendía un confuso camino hacia un cielo frío. Parecía un sueño que pudiera disipar con dos guiños fuertes de ojos, entre los cuales el agua de las cinco en punto se acumuló y corrió hacia el balcón, torciendo y pasando entre mis apresuradas manos que intentaban detener, policiales, su huida. Vaya pensé y un " vaya," oí mientras me asomaba a ver el final de la fantástica fuga de la cárcel de mi jarro a la libertad encharcada de la acera . Un joven debajo, a unos pasos del suelo húmedo, buscaba mi responsabilidad en aquel suceso que habitaba ahora húmedo su pecho y yo encontré a mi culpabilidad pidiéndole perdón de manos juntas y sonrisa inocente.



Por un momento vi en su cara un anuncio de probabilidades futuras, de noches llenas de piel inacabable y ternura eterna y...ese momento me fue arrebatado por el movimiento brusco de sorpresa de aquel viejo hombre que, frenético, inicio un loco escrito en el único papel que tenía a mano, su periódico. Demasiado rápido hace los sudokus, dije en voz baja,.

Y volví, -acompañada de la gargantas rotas de Chavela y Sabina que quería decirme algo y lo hicieron- ,a mi rutina, hasta que la noche hizo su entrada en mi habitación con el ruido de un mensaje que no supe, incrédula, responder mas que con un atónito silencio.

( si quieres seguir recibiéndolo solo tienes que escribir si o no, tu silencio ,como el administrativo, presupone un si .)
------------------------------------------------

III

Es tarde, dame la mano y vente conmigo.

(Mándame por lo menos un mensaje en blanco para saber que estas leyendo el cuento.)

---------------------------------------------------------
Nota del Autor
El cuento, aunque ya medio escrito, acabó aquí después de una respuesta inesperada, entonces me di cuenta que los cuentos no alcanzan , por mucho que lo deseemos, a cambiar un destino que no está escrito.
Rezgo Reis

"Siento si rompo los cuentos ,
la vida dejó fragmentos
que ya nadie puede unir
y por no acabar lamentos
prefiero dejarlos sueltos
que volverlos a sentir" Rezgo Reis

Pasar hoja--->

Cap.ICap.II Cap.III Cap.IV